Ecoansiedad: miedo crónico a un apocalipsis ambiental. Con estas pocas palabras una investigación definía un sentimiento cada vez más presente entre nosotros: la ecoansiedad. Sea porque las proyecciones científicas nos llevan a preocuparnos por el futuro del planeta, o porque día a día sentimos más concretamente los efectos del cambio climático en nuestra vida (de incendios a inundaciones, de invasiones de mosquitos a olas de calor), la inquietud por el destino de la humanidad es cada vez mayor.
Como toda ansiedad anticipatoria, su fuerza radica en el sentimiento de no tener el control: ¿qué puedo hacer yo contra un problema que todos generamos (y padecemos)? Deshielo polar, desertificación africana, extinción animal, todo suena bastante lejano. Por suerte, aunque parezca difícil de creer, la respuesta es alentadora: hay mucho que podemos hacer.
La mayoría de nosotros habitamos grandes ciudades. Y la humanidad se está urbanizando a un ritmo cada vez mayor. El impacto ambiental es claro: las ciudades consumen el 75% de los recursos naturales extraídos, y generan el 60/80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Qué significa esto? Que cada uno de nosotros, tiene en gran medida la culpa del cambio climático, y por ende también gran parte de la solución: se trata, ni más ni menos, de hacer una verdadera revolución del metro cuadrado.
En efecto, hoy las ciudades son el hogar de casi cinco mil millones de seres humanos que segundo a segundo impactamos fuertemente en nuestro medio. No lo podemos evitar: consumimos, nos movemos, interactuamos, respiramos. Y aunque somos la nada misma si nuestro lente es el mundo, somos superhéroes desde la óptica de nuestro metro cuadrado, capaces de todo: de transformar la generación de residuos en un consumo responsable, de convertir la combustión fósil en movilidad sostenible, de pasar de espectadores preocupados a protagonistas ocupados.
Y como toda revolución, la llama se propaga, las ganas de hacer se contagian. Suena poco creíble oponer al deshielo polar mi esfuerzo por ir en bicicleta a trabajar. Pero si somos casi cinco mil millones los convencidos de que vale la pena hacerlo, es otra la ecuación.De eso se trata Embajadores Verdes, un grupo de revolucionarios del metro cuadrado que crece día a día, y que cansados de la ecoansiedad, la transformamos en actividad. Que aburridos de la preocupación, pasamos a la acción.
Tomás Dardanelli
Coordinador nacional de Embajadores Verdes